Pideme lo que quieras, ahora y siempre, стр. 82

Eric maldice, y sin darme tiempo a nada mas se marcha. No me da la oportunidad de hablar. Me enfado conmigo misma. ?Por que he sonreido? Con tristeza, a traves de los cristales veo que ha venido en su BMW gris. Lo veo marcharse. Suspiro. Marta al verme me agarra de los hombros y murmura:

—Este hermano mio, como siga asi, se va a volver loco.

Yo tambien me voy a volver loca..., pienso. Al final, vuelvo a jugar con Flyn ante el gesto triste de Sonia. A las siete, vamos al hotel. Me cambio de ropa y, a diferencia de lo que piensa Eric, me voy de fiesta con Marta. No quiero jugar con nadie que no sea el. No puedo. Nos vamos al Guantanamera. Aqui estan esperandonos Arthur, Anita, Reinaldo y varios amigos.

Nada mas entrar exijo ?mojitos! para olvidarme de Eric y, tras varios, ya sonrio mientras bailo salsa con Reinaldo. Esas personas que han sido mis amigas todos esos meses en Alemania me reciben con carino, abrazos y mucho amor.

A las once de la noche recibo un mensaje de Frida: «Eric esta aqui».

Me inquieto. Se me corta el rollo.

Saber que Eric esta en una fiestecita privada sin mi me altera. ?Jugara con otras mujeres? A las once y media, me llama. Miro el movil, pero no se lo cojo. No puedo. No se que decirle. Tras varias llamadas de el que no cojo, a las doce es Frida quien lo hace. Corro a los banos para escucharla.

—?Que ocurre?

—?Aisss, Judith! Eric esta muy cabreado.

—?Por que? ?Por que yo no este en la fiestecita?

Frida rie.

—Esta cabreado porque no sabe donde estas. ?Madre mia!, la que se ha liado, Judith. Eso de saber que estas en Munich y no tenerte controlada lo esta matando. Pobrecito.

—Frida, ?Eric ha participado en algun juego?

—Pues no, carino. No tiene cuerpo para eso, aunque ha venido acompanado.

Eso me enerva. ??Acompanado?! Saber eso me cabrea mucho. Entonces, Frida dice:

—?Por que no vienes? Seguro que si te ve...

—No..., no... voy a ir.

—Pero Judith, ?no quedamos en que se lo ibas a poner facil? Carino, me confesaste que lo querias, y ambas sabemos que el te quiere y...

—Se lo que dije —gruno, furiosa, por saber que ha ido acompanado—. Y por favor, no le digas donde estoy.

—Judith, no seas asi...

—Prometemelo, Frida. Prometeme que no le vas a decir nada.

Tras conseguir una promesa de la buena de Frida, cuelgo. El movil me vuelve a sonar. ?Eric! No lo cojo. Cuando regreso a la pista, Marta, ajena a todo eso, me entrega otro mojito, e intentando ser feliz, grito, dispuesta a pasarlo bien:

—?Azucar!

Llego al hotel sobre las siete de la manana. Estoy destrozada y caigo muerta en la cama. Cuando me despierto son las dos de la tarde. La cabeza me da vueltas. La noche anterior bebi demasiado. Miro mi movil. Esta sin bateria. Saco de mi maleta el cable y lo enchufo a la corriente. Cuando comienza a cargar, pita. Eric. Decido cogerselo.

—?Donde estas? —grita.

Estoy por mandarlo paseo, pero respondo:

—En este momento, en la cama. ?Que quieres?

Silencio. Silencio. Silencio. Hasta que finalmente pregunta:

—?Sola?

Miro a mi alrededor y, revolcandome en la enorme cama, murmuro:

—Y a ti ?que te importa, Eric?

Resopla. Maldice. Y grune.

—Jud, ?con quien estas?

Me siento en la cama y, retirandome el pelo de la cara, respondo:

—Vamos a ver, Eric, ?que quieres?

—Dijiste que ibas a ir a la fiesta de Bjorn y no fuiste.

—Yo no dije eso —siseo—. Te equivocas. Yo dije que iba a ir a una fiesta, pero no precisamente a la de Bjorn. Te deje claro que el para mi es solo un buen amigo.

Silencio. Ninguno habla, y Eric murmura:

—Quiero verte, por favor.

Eso me gusta. El que me pida algo asi puede conmigo, y claudico.

—A las cuatro en el Jardin Ingles, al lado del puesto donde compramos los bocatas el dia en que fuimos con Flyn, ?vale?

—De acuerdo.

Cuando cuelgo, sonrio. Tengo una cita con el. Me ducho. Me pongo una falda larga, una camiseta y el abrigo de cuero. Cojo un taxi, y cuando llego, lo veo esperandome. El corazon me palpita con fuerza. Si me abraza y me pide que vuelva con el, no voy a poder decirle que no. Lo quiero demasiado a pesar de lo enfadada que estoy con el por no haberme contado lo de mi hermana y saber que acudio acompanado a la fiesta. Cuando llego a su altura, lo miro y, dispuesta a ponerselo facil, digo:

—Aqui me tienes. ?Que quieres?

—Tienes cara de haber descansado poco.

Divertida por aquella observacion, lo miro y respondo:

—Tu tampoco tienes muy buen aspecto.

—?Donde estuviste anoche, y con quien?

—Pero ?otra vez estamos con eso?

—Jud...

?Dios!, ?Dios!, me ha llamado Jud...

—Vale..., contestare a tu pregunta cuando tu me digas quien era la mujer que anoche te acompano a la fiestecita de Bjorn.

Mi pregunta le sorprende y no contesta. Mi enfado sube de tono, e, intentando manejar la misma frialdad en la mirada que el, aclaro:

—Mi avion sale a las siete y media. Por lo tanto, date prisita en lo que quieras hablar conmigo, que tengo que pasar por el hotel, pillar la maleta y coger mi vuelo.

Maldice. Me mira, ofuscado.

—?No me vas a contar con quien estuviste anoche?

—?Has respondido tu a mi pregunta? —No responde; solo me mira y siseo—: Quiero que sepas que se que me mentiste.

—?Como? —pregunta, descolocado.

—Me ocultaste la separacion de mi hermana y luego tuviste la poca verguenza de enfadarte conmigo porque yo te escondia cosas de tu familia.

—No es lo mismo —se defiende.

Con frialdad, esa frialdad que el me ha ensenado, lo miro y siseo:

—Eres un embustero, un ser frio y deplorable que no ve la viga en su ojo. Solo ve la paja en el ojo ajeno. Y en respuesta a con quien he pasado la noche, solo te dire que soy libre para pasar la noche con quien quiera, como lo eres tu. ?Te vale mi contestacion?

Me mira, me mira, me mira, y finalmente, se levanta y dice:

—Adios, Judith.

Se va. ?Se marcha!

Mi cara de estupefaccion es tremenda. Se marcha dejandome sola en medio del Jardin Ingles.

Con la adrenalina por los aires, observo como se aleja. El nunca dara su brazo a torcer. Es demasiado orgulloso, y yo tambien. Al final me levanto, cojo un taxi, voy al hotel, recojo mi maleta y me voy al aeropuerto. Cuando el avion despega, cierro los ojos y murmuro:

—?Maldito cabezon!

43

Diez dias despues hay una convencion de Muller en Munich a la que tengo que asistir. Intento escaquearme, pero Gerardo y Miguel no me lo permiten, e intuyo que el senor Zimmerman tiene algo que ver en ello. Cuando mi avion llega aqui los recuerdos me avasallan. De nuevo estoy en esta majestuosa ciudad. Acompanada por Miguel y varios jefazos mas de todas las delegaciones de Espana llegamos hasta el lugar donde se organiza la convencion a las once de la manana. Una vez alli me siento junto a Miguel y la convencion empieza. Busco a Eric entre la multitud de asistentes y lo localizo. Esta en la primera fila, y el corazon se me encoge cuando lo veo junto a Amanda. ?Bruja!

Como siempre parecen muy compenetrados y, cuando Eric sube al estrado para hablar delante de mas de tres mil personas llegadas de todas las delegaciones, lo miro con orgullo. Escucho todo lo que dice y soy consciente de lo guapo, guapisimo que esta con aquel traje gris oscuro. Cuando su discurso acaba y Amanda sube al estrado junto a el, me tenso. Eric la ha cogido por la cintura, y ella, encantada, saluda con gesto de triunfo.

Miguel me mira. Yo trago con dificultad, pero intento sonreir. Tras el acto, unos camareros comienzan a pasar copas de champan y canapes. Parapetada entre mis companeros espanoles, estoy al tanto de todo. Eric se acerca, junto Amanda. Ambos saludan a todos los asistentes y deseo salir corriendo cuando lo veo llegar hasta mi grupo. Con una encantadora, pero fria, sonrisa, nos mira a todos. No me presta ninguna atencion especial, y cuando me saluda ni siquiera posa sus ojos en los mios. Me da la mano como a uno mas y despues se marcha para seguir saludando al resto de los comensales. Amanda cruza una mirada conmigo y veo la guasa en sus ojos. ?Sera perra!