Pideme lo que quieras, ahora y siempre, стр. 6

Con rabia, me ajusto el casco y me pongo las gafas. No quiero hablar. Acelero y llevo mi moto hasta la parrilla de salida. Una vez aqui, como en las anteriores mangas, me concentro, y mientras espero la salida, acelero mi motor repetidamente. La diferencia es que ahora estoy enfadada, muy enfadada, y esto me hace ser mas loca. Mi padre, que me conoce mejor que nadie en el mundo, me hace senas con las manos desde su posicion para que baje mi intensidad y me relaje.

La carrera comienza y se que tengo que hacer una buena salida si quiero conseguir mi objetivo.

La hago y corro como alma que lleva el diablo. Me arriesgo mas y disfruto, con la adrenalina por los aires, mientras salto y derrapo. Con el rabillo del ojo, veo que David y otro mas me adelantan por la derecha. Acelero. Consigo rebasar a la otra moto, pero David Guepardo es muy bueno, y antes de llegar a la zona bacheada, acelera y salta los baches que a mi me hacen perder tiempo y casi caerme. Pero no, no me caigo. Aprieto los dientes; consigo mantener el control de la moto y continuo acelerando. No me gusta perder ni al parchis.

Le doy aun mas gas a la moto. Pillo a David. Lo rebaso. Me pasa otra vez. Derrapamos y un tercer corredor nos adelanta a los dos.

?A por el!

Acelero a tope, consigo llegar hasta el y dejarlo atras. Ahora, David salta, arriesga y me pasa por la izquierda. Acelero..., acelera..., todos aceleramos.

Cuando paso por la linea de meta y el juez baja la bandera a cuadros, levanto el brazo.

?Segunda!

David, primero.

Damos una vuelta por el circuito y saludamos a todos los asistentes. Recibir sus aplausos y contemplar sus felices caras nos hace sonreir. Cuando paramos, David viene hacia mi y me abraza. Esta contento, y yo lo estoy tambien. Nos quitamos los cascos, las gafas, y la gente aplaude con mas fuerza.

Se que esa cercania con David a Eric no le estara gustando. Lo se. Pero la necesito, e inconscientemente quiero provocarlo. Soy duena de mi vida. Soy duena de mis actos, y ni el ni nadie conseguira doblegar mi voluntad.

Mi padre y todos los demas salen a la pista para felicitarnos. Mi hermana me abraza, al igual que mi cunado, Fernando, mi sobrina, Frida. Todos me gritan «campeona» como si hubiera ganado un campeonato del mundo. Eric no se acerca. Se mantiene en un segundo plano. Se que espera que sea yo la que me aproxime, que vaya como siempre a el. Pero no. En esta ocasion, no. Como dice nuestra cancion, «somos polos opuestos», y si el es tozudo, quiero que se entere de una vez por todas de que yo lo soy mas.

Cuando en el podio nos dicen el dinero que se ha recaudado para los regalos de los ninos, alucino.

?Que dineral!

Instintivamente se que una gran cantidad de ese dinero lo ha donado Eric. Lo se. No hace falta que nadie me lo diga.

Encantada al escuchar la cantidad, sonrio. Todos aplauden, incluido Eric. Su gesto esta mas relajado y veo el orgullo en su expresion cuando levanto mi copa. Esto me conmueve y me atiza el corazon. En otro momento, le habria guinado un ojo y le habria dicho con la mirada «te quiero», pero ahora no. Ahora no.

Cuando bajo del podio me hago miles de fotos con David y con todo el mundo. Media hora despues, la gente se dispersa y los corredores comenzamos a recoger nuestras cosas. David, antes de marcharse, se acerca a mi y me recuerda que estara en su pueblo hasta el dia 6 de enero. Prometo llamarlo, y el asiente. Cuando salgo de los vestuarios con mi mono en la mano me agarran del brazo y noto que tiran de mi. Es Eric.

Durante unos segundos nos miramos.

?Oh, Dios!?Oh, Diossssssssss! Ese gesto suyo tan serio me vuelve loca.

Sus pupilas se dilatan. Me dice con la mirada cuanto me necesita y, al ver que yo no respondo, me atrae hacia el. Cuando me tiene cerca de su boca, murmura:

—Me muero por besarte.

No dice mas.

Me besa, y unos desconocidos que estan a nuestro alrededor aplauden encantados por la demostracion de efusividad. Durante unos segundos, dejo que Eric saquee mi boca. ?Guau! Lo disfruto locamente. Cuando se separa de mi, Iceman comenta con voz ronca, mirandome a los ojos:

—Esto es como en las carreras, carino: quien no arriesga no gana.

Asiento. Tiene razon.

Pero dejandole totalmente descolocado, respondo, consciente de lo que digo:

—Efectivamente, senor Zimmerman. El problema es que usted ya me ha perdido.

De inmediato, su mirada se endurece.

Me separo de el, dandole un empujon, y camino hacia el coche de mi cunado. Eric no me sigue. Intuyo que se ha quedado parado por lo que acabo de decir mientras se que me observa.

4

Por la tarde, al llegar a Jerez, mi movil no para de sonar.

Estoy por estrellarlo contra la pared.

Eric quiere hablar conmigo.

Apago el movil. Llama al telefono de mi padre y me niego a ponerme.

El domingo, cuando me levanto, mi hermana esta plantada ante el televisor viendo la telenovela mexicana que la tiene extasiada, «Soy tu duena». ?Menuda horterada!

Cuando entro en la cocina, hay un precioso ramo de rosas rojas de tallo largo. Al verlas, maldigo; imagino quien las ha mandado.

—?Cuchufleta, mira que preciosidad has recibido! —dice Raquel detras de mi.

Sin necesidad de preguntar, se de quien son, y directamente las agarro y las tiro a la basura. Mi hermana grita como una posesa.

—??Que haces?!

—Lo que me apetece.

Rapidamente, saca las rosas de la basura.

—?Por el amor de Dios! Tirar esto es un sacrilegio. Han debido de costar un paston.

—Por mi como si son del mercadillo. Me hacen el mismo efecto.

No quiero mirar mientras mi hermana vuelve a colocar las rosas en el jarron.

—?No vas a leer la notita? —insiste.

—No, y tu, tampoco —contesto, y se la arranco de las manos y la tiro a la basura.

De repente, aparecen mi cunado y mi padre, y nos miran. Mi hermana impide que me acerque de nuevo a las rosas.

—?Os podeis creer que quiere tirar esta maravilla a la basura?

—Me lo creo —asevera mi padre.

Jesus sonrie, y acercandose a mi hermana, le da un beso en el cuello.

—Menos mal que estas tu para rescatarlas, pichoncita.

No respondo.

No los miro.

No estoy yo para escuchar eso de «pichoncita» y «pichoncito». ?Como pueden ser tan nonos?

Me caliento un cafe en el microondas y, tras bebermelo, oigo que suena la puerta. Maldigo y me levanto, dispuesta a huir si es Eric. Mi padre, al ver mi gesto, va a abrir. Dos segundos despues, divertido, entra solo y deja algo sobre la mesa.

—Morenita, esto es para ti.

Todos me miran, a la espera de que abra la enorme caja blanca y dorada. Finalmente, claudico y la abro. Cuando saco el envoltorio, mi sobrina, que entra en este momento en la cocina, exclama:

—?Un estadio de futbol de chuches! ?Que ricooooooooooooooo!

—Creo que alguien quiere endulzarte la vida, carino —bromea mi padre.

Boquiabierta, miro el enorme campo de futbol. No le falta detalle. ?Hasta gradas y publico tiene! Y en el marcador pone «te quiero» en aleman: Ich liebe dich.

Mi corazon aletea, desbocado.

No estoy acostumbrada a estas cosas y no se que decir.

Eric me desconcierta, ?me vuelve loca! Pero al final gruno, y mi hermana rapidamente se coloca a mi lado.

—No iras a tirarlo, ?verdad? —dice.

—Me parece que si —respondo.

Mi sobrina se pone en medio y levanta un dedo.

—?Titaaaaaaaaaaaaa, no puedes tirarlo!

—?Por que no puedo tirarlo? —pregunto, enfadada.

—Porque es un regalo muy bonito del tito y nos lo tenemos que comer. —Sonrio al ver su gesto de pillina, pero la sonrisa se me corta cuando anade—: Ademas, tienes que perdonarlo. Se lo merece. Es muy bueno y se lo merece.