Pideme lo que quieras, ahora y siempre, стр. 29

El hambre aprieta y decidimos pedir varias cosas y comer para despues proseguir con nuestras compras. Dejo a Marta que elija, y pide leberkas, que es embutido caliente, albondigas de harina con carne picada y tocino, y una crujiente rosquilla salada en forma de ocho a la que se le pueden untar salsas. ?Todo exquisito!

—Bueno, ?que te parece Munich?

Una vez que mastico y trago un trozo de la crujiente rosquilla, respondo:

—Lo poco que he visto hasta ahora, majestuoso. Creo que es una ciudad muy senorial.

Marta sonrie.

—?Sabias que a los de Munich se nos conoce como los mediterraneos de Europa?

—No.

Ambas nos reimos.

—?Has venido para quedarte con Eric?

?Vaya, directa y al grano!, como a mi me gusta. Y dispuesta a ser sincera, digo:

—Si. Somos como el fuego y el hielo, pero nos queremos y deseamos intentarlo.

Marta aplaude, feliz, y los que estan a nuestro lado la miran extranados. Pero sin importarle en absoluto las miradas de los otros, cuchichea:

—Me encanta. ?Me encanta! Espero que mi hermanito aprenda que la vida es algo mas que trabajo y seriedad. Creo que tu vas a abrirle los ojos en muchos sentidos, pero siento decirte que eso te va a traer mas de un problema. Lo conozco muy bien.

—?Problema?

—?Aja!

—Pues yo no quiero problemas. —Al decir eso me acuerdo de la cancion de David de Maria e inevitablemente sonrio—. ?Por que crees que voy a tener problemas con Eric?

Marta se limpia los labios con una servilleta y contesta:

—Eric nunca ha vivido con nadie, excepto estos ultimos anos con Flyn. Se independizo muy pronto, y si hay algo que no soporta es que se inmiscuyan en su vida y en sus decisiones. Es mas, me encantaria contemplar su cara cuando vea el arbol de Navidad rojo y las cintas de colores que has comprado. —Ambas nos reimos, y prosigue—: Conozco a ese cabezon muy bien y estoy segura de que vas a discutir con el. Por cierto, en lo referente a la educacion de Flyn, es una cosa mala. Lo tiene sobreprotegido. Solo le falta meterlo en una urna de cristal.

Eso me provoca risa.

—No te rias. Tu misma lo vas a comprobar. Y fijate lo que te digo: mi hermano no aprobara el regalo que le has comprado a Flyn.

Miro hacia la bolsa que Marta esta senalando y, sorprendida, pregunto:

—?Que no aprobara el skateboard?

—No.

—?Por que? —inquiero al pensar en como me divierto con mi sobrina y su skate.

—Eric rapidamente valorara los peligros. Ya lo veras.

—Pero si le he comprado casco, rodilleras y coderas para que cuando se caiga no se haga dano...

—Da igual, Judith. En ese regalo, Eric solo vera peligro y se lo prohibira.

Media hora despues salimos del local y nos dirigimos hacia la calle Maximilianstrasse, considerada la milla de oro de Munich. Entramos en la tienda de D&G y aqui Marta se lanza a por unos vaqueros. Mientras ella se los prueba, rapidamente le compro una camiseta que he visto que le ha gustado. Visitamos infinidad de tiendas exclusivas, a cual mas cara, y cuando entramos en Armani, decido comprarle una camisa blanca con rayitas azules a Eric. Va a estar guapisimo.

Una vez que finalizamos las compras, regresamos a la plaza del ayuntamiento a recoger mi bonito arbol de Navidad. Marta se rie. Yo tambien, aunque ya comienzo a dudar de si he hecho bien al comprarlo.

17

Una tormenta toma el cielo de Munich y decidimos poner fin al dia de compras. Cuando a las seis de la tarde Marta me deja en la casa, Eric no esta. Simona me indica que ha ido a la oficina, pero que no tardara en llegar. Rapidamente subo las compras a la habitacion y las escondo en el fondo del armario. No quiero que las vea. Pero antes de cambiarme miro por la ventana. Diluvia y recuerdo haber visto junto a los cubos de basura al perro abandonado.

Sin pensarlo dos veces, voy a la habitacion de invitados y cojo una manta. Ya comprare otra. Bajo a la cocina, cojo un poco de estofado de la nevera, lo pongo en un recipiente de plastico, lo caliento en el microondas y salgo de la casa. Camino con gusto entre los arboles hasta llegar a la verja; la abro y me acerco a los cubos de basura.

Susto... —Le he bautizado con ese nombre—. Susto, ?estas ahi?

La cabeza de un delgado galgo color canela y blanco aparece tras el cubo. Tiembla. Esta asustado y, por su aspecto, debe de tener hambre y mucho..., mucho frio. El animal, receloso, no se acerca, y dejo el estofado en el suelo mientras lo animo a comer.

—Vamos, Susto, come. Esta rico.

Pero el perro se esconde y, antes de que yo le pueda tocar, huye despavorido. Eso me entristece. Pobrecito. Que miedo tiene a los humanos. Pero se que va a volver. Ya son muchas las veces que lo he visto junto a los contenedores de basura, y dispuesta a hacer algo por el, con unas maderas y unas cajas, levanto una especie de improvisada caseta en un lateral. En el centro de la caja meto la manta que llevo y el estofado, y me voy. Espero que regrese y coma.

Ya en la casa, subo de nuevo a mi habitacion, me cambio de ropa y regreso al salon con la caja del arbol de Navidad. Flyn esta jugando con la PlayStation. Me siento a su lado y dejo la enorme y colorida caja ante mis piernas. Seguro que eso llamara su atencion.

Durante mas de veinte minutos lo observo jugar sin decir una sola palabra, mientras la punetera musica atronadora del videojuego me destroza los timpanos. Al final, claudico y pregunto a voz en grito:

—?Te apetece poner el arbol de Navidad conmigo?

Flyn me mira ?por fin! Para la musica. ?Oh..., que gusto! Despues observa la caja.

—?El arbol esta ahi metido? —pregunta, sorprendido.

—Si. Es desmontable, ?que te parece? —contesto, abriendo la tapa y sacando un trozo.

Su cara es un poema.

—No me gusta —afirma rapidamente.

Sonrio, o le doy un pescozon. Decido sonreir.

—He pensado en crear nuestro propio arbol de Navidad. Y para ser originales y tener algo que nadie tiene, lo decoraremos con deseos que leeremos cuando quitemos el arbol. Cada uno de nosotros escribira cinco deseos. ?Que te parece?

Flyn pestanea. He logrado atraer su atencion, y ensenandole un cuaderno, un par de boligrafos y cinta de colores, anado:

—Montamos el arbol y luego en pequenos papelitos escribimos deseos. Los enrollamos y los atamos con la cinta de colores. ?A que es una buena idea?

El pequeno mira el cuaderno. Despues, me mira fijamente con sus ojazos oscuros y sisea:

—Es una idea horrible. Ademas, los arboles de Navidad son verdes, no rojos.

Las carnes se me encogen. ?Que poca imaginacion! Si ese pequeno enano dice eso, ?que dira su tio? Vuelve al juego y la musica atruena de nuevo. Pero dispuesta a poner el arbol y disfrutar de ello, me levanto y con seguridad grito para que me oiga:

—Lo voy a poner aqui, junto a la ventana —digo mientras observo que sigue diluviando y espero que Susto haya regresado y este comiendo en la caseta—. ?Que te parece?

No contesta. No me mira. Asi pues, decido ponerme manos a la obra.

Pero la musica chirriante me mata y opto por mitigarla como mejor puedo. Enciendo el iPod que llevo en el bolsillo de mi vaquero, me pongo los auriculares y, segundos despues, tarareo:

Euphoria

An everlasting piece of art

A beating love within my heart.

We’re going up-up-up-up-up-up-up

Encantada con mi musiquita, me siento en el suelo, saco el arbol, lo desparramo a mi alrededor y miro las instrucciones. Soy la reina del bricolaje, por lo que en diez minutos ya esta montado. Es una chulada. Rojo..., rojo brillante. Miro a Flyn. El sigue jugando ante el televisor.

Cojo el boligrafo y el cuaderno y comienzo a escribir pequenos deseos. Una vez que tengo varios, arranco las hojas y las corto con cuidado. Hago dibujitos navidenos a su alrededor. Con algo me tengo que entretener. Cuando estoy satisfecha enrollo mis deseos y los ato con la cinta dorada. Asi estoy durante mas de una hora, hasta que de pronto veo unos pies a mi lado, levanto la cabeza y me encuentro con el cejo fruncido de mi Iceman.