Historia De Una Gaviota Y El Gato Que La Enseno A Volar, стр. 3

4 El fin de un vuelo

El gato grande, negro y gordo tomaba el sol en el balcon, ronroneando y meditando acerca de lo bien que se estaba alli, recibiendo los calidos rayos panza arriba, con las cuatro patas muy encogidas y el rabo estirado. En el preciso momento en que giraba perezosamente el cuerpo para que el sol le calentara el lomo, escucho el zumbido provocado por un objeto volador que no supo identificar y que se acercaba a gran velocidad. Alerta, dio un salto, se paro sobre las cuatro patas y apenas alcanzo a echarse a un lado para esquivar a la gaviota que cayo en el balcon. Era un ave muy sucia. Tenia todo el cuerpo impregnado de una sustancia oscura y maloliente.

Zorbas se acerco y la gaviota intento incorporarse arrastrando las alas.

– No ha sido un aterrizaje muy elegante -maullo.

– Lo siento. No pude evitarlo -reconocio la gaviota.

– Oye, te ves fatal. ?Que es eso que tienes en el cuerpo? ?Y como apestas! -maullo Zorbas.

– Me ha alcanzado una marea negra. La peste negra. La maldicion de los mares. Voy a morir -grazno quejumbrosa la gaviota.

– ?Morir? No digas eso. Estas cansada y sucia. Eso es todo. ?Por que no vuelas hasta el zoo? No esta lejos de aqui y alli hay veterinarios que podran ayudarte -maullo Zorbas.

– No puedo. Ha sido mi vuelo final -grazno la gaviota con voz casi inaudible, y cerro los ojos.

– ?No te mueras! Descansa un poco y veras como te repones. ?Tienes hambre? Te traere un poco de mi comida, pero no te mueras -pidio Zorbas acercandose a la desfallecida gaviota. Venciendo la repugnancia, el gato le lamio la cabeza. Aquella sustancia que la cubria sabia ademas horrible. Al pasarle la lengua por el cuello noto que la respiracion del ave se tornaba cada vez mas debil.

– Escucha, amiga, quiero ayudarte pero no se como. Procura descansar mientras voy a consultar que se hace con una gaviota enferma -maullo Zorbas antes de trepar al tejado. Se alejaba en direccion al castano cuando escucho que la gaviota lo llamaba.

– ?Quieres que te deje un poco de mi comida? -sugirio algo aliviado.

– Voy a poner un huevo. Con las ultimas fuerzas que me quedan voy a poner un huevo. Amigo gato, se ve que eres un animal bueno y de nobles sentimientos. Por eso voy a pedirte que me hagas tres promesas. ?Me las haras? -grazno sacudiendo torpemente las patas en un fallido intento por ponerse de pie.

Zorbas penso que la pobre gaviota deliraba y que con un pajaro en tan penoso estado solo se podia ser generoso.

– Te prometo lo que quieras. Pero ahora descansa -maullo compasivo.

– No tengo tiempo para descansar. Prometeme que no te comeras el huevo -grazno abriendo los ojos.

– Prometo no comerme el huevo -repitio Zorbas.

– Prometeme que lo cuidaras hasta que nazca el pollito -grazno alzando el cuello.

– Prometo que cuidare el huevo hasta que nazca el pollito.

– Y prometeme que le ensenaras a volar -grazno mirando fijamente a los ojos del gato.

Entonces Zorbas supuso que esa desafortunada gaviota no solo deliraba, sino que estaba completamente loca.

– Prometo ensenarle a volar. Y ahora descansa, que voy en busca de ayuda -maullo Zorbas trepando de un salto hasta el tejado.

Kengah miro al cielo, agradecio todos los buenos vientos que la habian acompanado y, justo cuando exhalaba el ultimo suspiro, un huevito blanco con pintitas azules rodo junto a su cuerpo impregnado de petroleo.

5 En busca de consejo

Zorbas bajo rapidamente por el tronco del castano, cruzo el patio interior a toda prisa para evitar ser visto por unos perros vagabundos, salio a la calle, se aseguro de que no venia ningun auto, la cruzo y corrio en direccion del Cuneo, un restaurante italiano del puerto. Dos gatos que husmeaban en un cubo de basura lo vieron pasar.

– ?Ay, compadre! ?Ve lo mismo que yo? Pero que gordito tan lindo -maullo uno.

– Si, compadre. Y que negro es. Mas que una bolita de grasa parece una bolita de alquitran. ?Adonde vas, bolita de alquitran? -pregunto el otro.

Aunque iba muy preocupado por la gaviota, Zorbas no estaba dispuesto a dejar pasar las provocaciones de esos dos facinerosos. De tal manera que detuvo la carrera, erizo la piel del lomo y salto sobre el cubo de basura.

Lentamente estiro una pata delantera, saco una garra larga como una cerilla, y la acerco a la cara de uno de los provocadores.

– ?Te gusta? Pues tengo nueve mas. ?Quieres probarlas en el espinazo? -maullo con toda calma.

Con la garra frente a los ojos, el gato trago saliva antes de responder.

– No, jefe. ?Que dia tan bonito! ?No le parece? -maullo sin dejar de mirar la garra.

– ?Y tu? ?Que me dices? -increpo Zorbas al otro gato.

– Yo tambien digo que hace buen dia, agradable para pasear, aunque un poquito frio.

Arreglado el asunto, Zorbas retomo el camino hasta llegar frente a la puerta del restaurante. Dentro, los mozos disponian las mesas para los comensales del mediodia. Zorbas maullo tres veces y espero sentado en el rellano. A los pocos minutos se le acerco Secretario, un gato romano muy flaco y con apenas dos bigotes, uno a cada lado de la nariz.

– Lo sentimos mucho, pero si no ha hecho reserva no podremos atenderlo. Estamos al completo -maullo a manera de saludo. Iba a agregar algo mas, pero Zorbas lo detuvo.

– Necesito maullar con Colonello. Es urgente.

– ?Urgente! ?Siempre con urgencias de ultima hora! Vere que puedo hacer, pero solo porque se trata de una urgencia -maullo Secretario y regreso al interior del restaurante.

Colonello era un gato de edad indefinible. Algunos decian que tenia tantos anos como el restaurante que lo cobijaba; otros sostenian que era mas viejo todavia. Pero su edad no importaba, porque Colonello poseia un curioso talento para aconsejar a los que se encontraban en dificultades y, aunque el jamas solucionaba ningun conflicto, sus consejos por lo menos reconfortaban. Por viejo y talentoso, Colonello era toda una autoridad entre los gatos del puerto. Secretario regreso a la carrera.

– Sigueme. Colonello te recibira, excepcionalmente -maullo.

Zorbas lo siguio. Pasando bajo las mesas y las sillas del comedor llegaron hasta la puerta de la bodega. Bajaron a saltos los peldanos de una estrecha escalera y abajo encontraron a Colonello, con el rabo muy erguido, revisando los corchos de unas botellas de champagne.

– ?Porca miseria! Los ratones han roido los corchos del mejor champagne de la casa. ?Zorbas! ?Caro amico! -saludo Colonello, que acostumbraba a maullar palabras en italiano.

– Disculpa que te moleste en pleno trabajo, pero tengo un grave problema y necesito de tus consejos -maullo Zorbas.

– Estoy para servirte, caro amico. ?Secretario! Sirvale al mio amico un poco de esa lasagna al forno que nos dieron por la manana -ordeno Colonello.

– ?Pero si se la comio toda! ?No me dejo ni olerla! -se quejo Secretario.

Zorbas se lo agradecio, pero no tenia hambre, y rapidamente refirio la accidentada llegada de la gaviota, su lamentable estado y las promesas que se viera obligado a hacerle. El viejo gato escucho en silencio, luego medito mientras acariciaba sus largos bigotes y finalmente maullo energico:

– ?Porca miseria! Hay que ayudar a esa pobre gaviota a que pueda emprender el vuelo.

– Si, ?pero como? -maullo Zorbas.

– Lo mejor sera consultar a Sabelotodo -indico Secretario.

– Es exactamente lo que iba a sugerir. ?Por que me sacara este los maullidos de la boca? -reclamo Colonello.

– Si. Es una buena idea. Ire a ver a Sabelotodo -maullo Zorbas.

– Iremos todos. Los problemas de un gato del puerto son problemas de todos los gatos del puerto -declaro solemne Colonello.

Los tres gatos salieron de la bodega y, cruzando el laberinto de patios interiores de las casas alineadas frente al puerto, corrieron hacia el templo de Sabelotodo.